¿Cómo organizar mi vida?
Siempre he considerado que existe una diferencia de percepción muy grande entre lo que necesitamos y lo que queremos, y desde ahí comienza el problema pues es fácil autoengañarnos, justificarnos, o pedirnos demasiado y continuar insatisfechas(os) con nosotros mismos por querer ser supermujeres o superhombres.
¿Qué hacer con nuestro tiempo?
Steven R. Covey en su libro «Primero lo primero», dice que sólo algunos momentos de crisis nos hacen ver con claridad que lo que hacemos con nuestro tiempo no se relaciona con lo que consideramos más importante, pues conocerlo y hacerlo, «en lugar de simplemente responder a lo que es urgente, resulta fundamental para determinar nuestras prioridades».
¿Hasta qué punto permites que lo urgente controle tu vida y te conviertes en apagafuegos o vives al llamado del típico bomberazo?
Generalmente estamos tan atrapados en nuestras tareas que ni siquiera nos detenemos a pensar si lo que hacemos es verdaderamente necesario.
Covey subraya que «lo importante rara vez debe hacerse en el mismo día ni tampoco en la misma semana… Lo urgente exige acción instantánea. La atracción momentánea de lo urgente parece irresistible y consume la energía de la persona. No obstante, a la luz de la perspectiva del tiempo se desvanece su engañosa prominencia».
Cuando pensamos en equilibrar nuestras necesidades o los diferentes roles que jugamos, es básico considerarlos como compartimentos de nuestro tren llamado vida. Estas necesidades básicas son espirituales, físicas, mentales y sociales. Equilibrarlas no es estirar el tiempo para cumplir en cada una sólo por cubrir el expediente, ni dejar que las necesidades nos señalen la misión en nuestra vida.
Hay quienes creen que por no satisfacer alguna de estas necesidades, pueden adquirir la adicción inconsciente a lo urgente. Al responder con frecuencia a lo urgente, tiendes a convertirte en un excelente administrador de urgencias, pero no de tu vida.
El poder de crear calidad de vida se halla en nuestro interior, en la capacidad para desarrollar y utilizar nuestra brújula interior en las acciones que decidimos realizar cada día, de manera que podamos actuar con integridad en el momento de elegir.
El primer paso para desarrollar nuestra brújula interior consiste en tener claridad de visión en lo que respecta a las siguientes preguntas:
¿Qué es lo más importante para mi ahora?
¿Qué le da sentido a mi vida?
¿Qué deseo ser y hacer en mi vida?
Identificando nuestros roles
El segundo paso es identificar nuestros roles, ya que normalmente vivimos en función de ellos, como una forma de asumir deberes que debemos cumplir. Los roles simbolizan responsabilidades, relaciones y áreas de contribución.
Gran parte de nuestro dolor proviene de la experiencia de que tenemos éxito en un rol a expensas de sacrificar otro, tal vez más importante.
«Nuestros roles son como las ramas de un árbol vivo. Crecen en forma natural de un tronco común –nuestra misión, el cumplimiento singular de nuestras propias necesidades y capacidades–, y de raíces comunes –los principios que generan sustento y vida. Nuestros roles se convierten en los canales a través de los cuales vivimos, amamos, aprendemos y dejamos un legado», dice Covey.
El papel de nuestra visión
En opinión del autor, «la visión constituye la mejor manifestación de la imaginación creativa y la principal motivación de la acción humana. Equivale a la aptitud de ver más allá de nuestra realidad momentánea, crear e inventar lo que aún no existe.
Para saber cuál es nuestra misión y visión en la vida, hay que preguntarnos ¿para qué hacemos esto o lo otro? Responder lo anterior le dará una dirección a nuestra vida y un orden a las acciones.
Todos y todas poseemos una visión de nosotros mismas y de nuestro futuro, e incide en nuestra elección y en la forma cómo empleamos el tiempo.
Si nuestra visión es limitada –si no va más allá de qué película vamos a ver este fin de semana o del programa de televisión de hoy por la noche–, tendemos a basar nuestras decisiones sobre lo inmediato y reaccionaremos a todo lo momentáneo y urgente, a nuestros sentimientos o estados de ánimo, al limitado conocimiento de nuestras opciones y a las prioridades de los demás.
Si esa visión se basa en el espejo social, nuestras elecciones se basarán en las expectativas de los demás, no estaremos conectadas con nuestro yo interior, con nuestra singularidad y capacidad para contribuir. Estaremos viviendo según guiones escritos por los demás: la familia, los socios, los amigos, los medios de comunicación y un “deber ser” que no nos corresponde.
Cuando Covey habla de la pasión por la visión, se refiere a la profunda y sólida energía que proviene de una visualización integral basada en principios, necesidades y dotes. Penetra en la esencia de lo que somos y quiénes somos. Se nutre de la realización, de la contribución singular que estamos capacitadas para hacer: el legado que podemos dejar. Clarifica propósitos, indica direcciones y nos fortalece para actuar más allá de nuestros recursos.
Con una clara visión, nuestra misión tendrá claridad de propósito y sentido para dirigir nuestros pasos hacia la congruencia, la realización y la plenitud personal.
Fomentando el tan ansiado equilibrio y el orden
- No sólo pienses en resolver necesidades, pues tu vida adquirirá la adicción a lo urgente, al “hacer por hacer”.
- Dedica un momento a analizar la importancia y el tiempo promedio que le asignas a cada rol de tu vida.
- Considera que tus roles forman parte integral de tu yo. No son compartimentos separados. Todas las partes funcionan en forma sinérgica, en una totalidad sumamente interrelacionada.
- Permite que el sentido de tu existencia dirija tus roles y actividades.
- Replantea tus roles en función de tu visión y tu misión.
Finalmente, el equilibrio en nuestra vida consiste en vivir, amar, aprender y dejar un legado.
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